Como otros años, febrero decidió entrar con
firmeza y dejar huella en Valencia. Una intensa ola de frío siberiano nos
azotaba cuando en aquella madrugada algo me sobresaltaba mientras dormía.
¡Estaba empapada!
-"¡BB
está de camino!"- le grité sobresaltada a mi marido y éste aún
dormido, me preguntó:
-
"¿ Estás despierta o estás soñando?
Ahora
pienso que la pregunta no era tan fácil de responder.
Comenzaba así una intensa mañana de un día prometedor: 4 de febrero. Tres
semanas antes de lo previsto BB venia de camino y los
nervios comenzaron a abordarme. Quería disfrutar de este momento e intenté
respirar profundamente, ducharme,
desayunar, llamar al hospital, volver a respirar y todo sin parar de repetir en
mi interior: "En unas horas vamos a conocernos, te estábamos esperando BB"
Las maletas ya preparadas nos esperaban así que cargamos el coche y salimos
hacia el hospital en aquella gélida mañana.
Allí todo estaba preparado. Solo me faltó convencer a la matrona de que había
roto aguas y tumbarme a esperar mientras recibía la oxitocina. Pero el proceso se presumía largo. Poco a
poco comenzaba a sentir contracciones pero lo que más me incomodaba eran los
"delicados" tactos que la matrona me regalaba con agobiante regularidad.
Tras un par de horas comencé a notar las primeras contracciones y como las
cosas se ponían serias. Por suerte, sin tiempo para saborearlo llegaba la
bendita epidural. ¡Y qué descanso! Las contracciones parecían
desaparecer y los temidos tactos era como una suave brisa marina hasta que
apareció mi ginecólogo a las 13:30 para romper toda la calma. Había dilatado
muy poco y aunque tenía muy buena actividad uterina nos dirigíamos a una
cesárea ¡Ups!
En esos momentos me entró una mezcla de nervios y emoción que el médico
se encargó de aplacar rápidamente. "Todo va a ser muy rápido y mi
marido podrá estar delante" me repetía mientras atravesaba los
enrevesados pasillos del hospital sobre la chirriante camilla.
Iba a ver a mi BB y poco me importaba ya el frío olor del quirófano,
el mecánico ruido de las máquinas, las luces que se posaban sobre mi cuerpo, la
mascarilla que ya invadía mi cara... Pasaban las 13:45 y sobre la mesa del
quirófano me repetía "Ha llegado el momento de conocernos, tranquilo,
no vas a sufrir nada" mientras escuchaba como poco a poco
se apagaban las voces que me rodeaban.
Abrí los ojos confundida... algo había cambiado. Eran las 14:08 y no podía ver
mi cuerpo que aún se mantenía cubierto por unas sabanas empapadas y de fondo...
escuchaba el llanto de un niño...
- ¿ése,
es mi hijo? - pregunté casi sabiendo la respuesta.
-
"Enhorabuena, ha salido todo bien" alguien respondió.
No pasó mucho tiempo hasta que mi marido se acercó con él en brazos y yo aún
confundida miraba por primera vez a mi hijo. Ya no estaba soñando... aquel
sueño duró casi 9 meses y se había despertado. Justo lo tenía delante de mis
ojos.
Que bonito es el momento en que te llevan a quirófano y sabes que de verdad en unos minutos ya verás al bebé que llevas esperando nueve meses!
ResponderEliminarEl mío fue parto vaginal y tardé 45 minutos en expulsarlo (menuda palabra para describir ese momento!) y fueron los 45 minutos más intensos de mi vida... eso sí, los dolores pasaron enseguida que vi la carita de mi peque... ¡tan guapo! :)
Estoy de acuerdo contigo que los tactos son lo peooor!! Te invito a que pases un día por mi blog y leas la experiencia de mi parto, si te apetece claro jeje
Yo cada vez que lo recuerdo se me ponen los piel de "gallina" es muy especial, cuando le ves por primera vez, no hay otra cosa igual.
EliminarPor supuesto! Ahora me paso por tu blog! :-D
Me encanta este texto... sigue así¡¡¡
ResponderEliminar